Chile se encuentra en una posición única para liderar la producción de hidrógeno verde a nivel mundial, gracias a sus excepcionales condiciones naturales, como la abundante radiación solar en el Norte del país. Sin embargo, para que esta promesa se convierta en realidad, es crucial abordar una serie de desafíos territoriales que, hasta ahora, han sido subestimados.
Los proyectos de hidrógeno verde, a diferencia de otros desarrollos energéticos, requieren vastas extensiones de tierra para ser rentables y viables. Esto no solo se debe a la necesidad de grandes plantas de generación eléctrica que alimenten la producción del hidrógeno, sino que también a la infraestructura hídrica y de transporte, entre otras. En este contexto, estimamos que para generar 1 gigawatt (GW) de energía solar, se necesitan entre 3,000 y 5,000 hectáreas además de los trazados que conecten a los demás puntos de interés. Comparado con los actuales proyectos de generación solar, que rara vez superan las 500 hectáreas, la magnitud del desafío es evidente.
La selección de terrenos adecuados para estos megaproyectos implica una complejidad multifactorial. La geografía del suelo debe ser ideal: terrenos planos, sin quebradas ni cerros, para facilitar la instalación de paneles solares y otra infraestructura. Además, se deben cumplir con las normativas territoriales establecidas por los planes reguladores, muchos de los cuales están en proceso de actualización y que restringen aún más el desarrollo de infraestructura peligrosa. A esto se suma la situación medioambiental y la afectación social, donde es fundamental evitar conflictos con las comunidades locales y asegurar la sostenibilidad del entorno, que también es más difícil mientras más terreno sea.
Pero los desafíos no terminan ahí. La proximidad a infraestructura básica, como carreteras y líneas de transmisión, es esencial para el éxito de estos proyectos. Además, se deben considerar los atraviesos con terceros y la necesidad de conexiones eficientes para traer agua y transportar energía. La lista de requisitos es larga y compleja, y cada uno de estos factores puede representar un obstáculo significativo.
La gran pregunta es: ¿Está Chile preparado para enfrentar estos desafíos y aprovechar su ventaja natural en la carrera por el hidrógeno verde? Una de las respuestas radica en la capacidad de las empresas para innovar y adoptar nuevas tecnologías y prácticas de desarrollo de proyectos. En lugar de depender exclusivamente de la colaboración público-privada y de las políticas públicas, las empresas pueden tomar la delantera armándose con sistemas de información avanzados, inteligencia artificial (IA) y nuevas metodologías de gestión territorial.
Los sistemas de información geográfica (GIS) pueden proporcionar análisis detallados y precisos del terreno, ayudando a identificar las ubicaciones óptimas para los proyectos y a evaluar los impactos medioambientales y sociales. La inteligencia artificial puede mejorar la planificación y gestión de proyectos, optimizando el uso del terreno y recursos, y anticipando posibles problemas antes de que se conviertan en obstáculos insuperables. Además, las nuevas prácticas de desarrollo de proyectos sistémicos pueden facilitar una integración más eficiente de las distintas infraestructuras necesarias, desde la generación eléctrica hasta el transporte del hidrógeno y todos los stakeholders asociados.
Al adoptar estas herramientas y enfoques innovadores, las empresas pueden enfrentar los desafíos territoriales de manera más efectiva y proactiva. No es necesario esperar a que las políticas públicas avancen al ritmo deseado, lamentablemente no contamos con eso a nuestro favor, por lo que las empresas pueden liderar el camino hacia un desarrollo sostenible y rentable del hidrógeno verde en Chile, aprovechando al máximo las ventajas naturales del país y convirtiéndose en casos de éxito.
En resumen, el éxito del hidrógeno verde en Chile no solo depende de sus recursos naturales y políticas públicas, sino también de la capacidad de las empresas para innovar y adaptarse. Con las herramientas adecuadas y un enfoque estratégico, podemos convertir esta visión en una realidad tangible y sostenible, consolidando a Chile como un líder mundial en la transición energética.